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Los niños nacen con el idioma en la cabeza

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La idea de que un bebé puede nacer hablando es un mito. No hay forma de que eso ocurra. Eso sí, no hablarán, pero, ¡qué ruido que hacen! La vida te la cambian igual, nunca volverás a dormir como antes, ¡nunca!

Aunque es cierto que no nacen hablando, también es cierto que aprenden rapidísimo; tanto, que puede pasar que en menos de un año ya te estén dando órdenes. Y es que el aprendizaje del habla es un proceso que se inicia muy temprano en la vida. De lo que no estamos muy seguros es sobre qué tan temprano arranca, cómo es que se aprende y cuáles cosas son aprendidas y cuáles vienen ya «de paquete».

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Generalmente, las primeras emisiones de palabras, o sea, lo que se dice hablar, hablar, aparecen más o menos en el primer cumpleaños. En este momento, el bebé comienza a comunicarse emitiendo mensajes de una sola palabra.

¿Qué cosas aprende a decir primero? Cerca de la mitad de las palabras son nombres de cosas, algunas veces las usa para referirse a objetos que se hacen presentes, como mascotas —perro o gato— o vehículos —coche—, pero muchas otras para solicitarlas, como algún alimento —leche— o algún juguete —pelota—. Otras palabras designan o solicitan acciones, movimientos y rutinas de su interacción social, tales como ven, ten, mira, , no, hola, adiós, cayó, rápido, aquí, abre.

Los bebés no nacen hablando, pero aprenden rapidísimo; tanto, que en menos de un año ya pueden dar órdenes.

Las primeras combinaciones de palabras ocurren también muy rápido, alrededor de los 18 meses de edad. En ese momento se pueden oír del niño combinaciones de palabras como: «Nene senta»; «Caca no»; «Más leche»; «No ta»; «Sí ta»; «Ta mojayo»; «Ta feo»; «E mío»; entre muchas otras.

Y, sin que uno se dé cuenta de cómo fue, muy pronto, entre los 2 y los 3 añitos, el niño ya te chorea, con oraciones completas: «Ven a mi cuato a jugá»; «Voy a ver a gatito»; «Quiero tomar leche con galletitas». Pero, ¿cómo es que los niños pueden aprender algo tan complejo tan rápidamente, y de manera aparentemente tan fácil y sin esfuerzo?

«Méngache pa’cá»

Convenimos, pues, que el bebé no nace hablando, pero casi, casi. Para colmo, y lo que vuelve más difícil entender cómo hace el niño para aprender a hablar tan pronto, es que las manifestaciones del lenguaje que oye son muy poco formativas y muy desorganizadas. Piensen en la mamá o el abuelo acercándose al bebé y diciendo: «¡Ay! ¡Echa cochita tan linda!, ¿quén lo quele?, ¿quén lo quele a eche cucuruchito pochocho?, a ve, a ve, méngache pa’cá, conmigo, sí…».

No es que todos le hablemos así a los bebés, pero es cierto que el lenguaje que ellos oyen puede verse como un estímulo de difícil acceso para el niño, dados sus falsos inicios, numerosas y súbitas interrupciones o cambios entre fragmentos de habla, lapsos entrecortados y diversos errores y correcciones que no son señalados o aclarados. El habla o input pareciera ser entonces un estímulo muy limitado y parcial, que se manifiesta como un cúmulo reducido, accidental e idiosincrático de datos.

No obstante, a la luz de la velocidad con la que el niño aprende a hablar, es claro que logra ordenar todo ese maremágnum lingüístico que representa el input con mucha naturalidad, y sin la necesidad de ninguna clase de instrucción formal especial.

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Son estos rasgos del proceso de adquisición de lenguaje —el hecho de que ocurra tan rápidamente, con tanta naturalidad y con base en un estímulo tan pobre y tan limitado— los que Chomsky esgrimió en su teoría generativa —hace ya varias décadas—, como señales de que el lenguaje viene programado genéticamente, y resulta de operaciones innatas específicas del lenguaje. Cualquier explicación de la adquisición lingüística tendría que describir, según estas consideraciones, esa «adecuación» entre la naturaleza del estímulo y la del desarrollo lingüístico.

La idea central de esta explicación es que el niño nace equipado con una estructura genética de conocimientos específicamente lingüísticos.

Chomsky1 Su libro Syntactic Structures fue publicado por primera vez en 1957. En español, Editorial Siglo XXI lo publicó con el nombre de Estructuras sintácticas en 1999. propuso entonces la necesidad de dar cuenta de una gramática universal —gu— que abarque tanto una descripción detallada de la construcción de cualquiera de las lenguas particulares, como el modelado de ese pequeño grupo de principios básicos que permiten que la adquisición del lenguaje sea tan eficiente, no obstante la naturaleza asistemática e incompleta del estímulo.

Esta concepción introdujo la concepción de una especie de «programa» genético específico del desarrollo lingüístico, análogo con respecto a los programas cibernéticos. Visto así, el aprendizaje de la lengua es resultado directo del funcionamiento de un programa explícitamente instalado en los genes, al que le basta un número limitado de información, proveniente del medio, para poder ejecutarse.

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