Por su parte, América proporcionó a los europeos el jitomate, la papa, el cacao, el cacahuate y el aguacate; los dos primeros, ingredientes fundamentales de las cocinas típicas de muchos países de aquel continente.
En muchas ocasiones sucedió que, aunados a los productos de estas tierras, se exportaron los nombres originales y es así como podemos encontrar, en las más diversas lenguas, palabras de origen náhuatl, quechua o taíno.
Éste es el caso del chocolate, bebida natural de México cuyo ingrediente básico es el cacao. El cacao se obtiene de una planta del mismo nombre originaria de la zona maya, aunque actualmente se cultiva en muchas otras zonas de clima tropical. El chocolate se consume prácticamente en todo el mundo y no sólo como bebida, sino como ingrediente de muchos postres y también como golosina en forma de tablillas o bombones.
Su nombre indígena se ha incluido, con muy pocas modificaciones, en un buen número de lenguas; así, tenemos chocolate en español y portugués, chocolat en francés, chocolate en inglés, ciocolatta en italiano, xocolata en catalán, schokolade en alemán, choclad en sueco, czokolada en checo, csokoládé en húngaro, shokolad en ruso, chocolat en árabe, etcétera.
Sobre la palabra chocolate se ha escrito mucho, pero aún no existe un consenso en cuanto a su origen y etimología.
Curiosamente, chocolate no es el nombre que los aztecas daban a la bebida, sino cacaoatl, «agua de cacao». En los primeros textos relacionados con la Conquista se hace referencia a la bebida en múltiples ocasiones, pero se le llama cacao; la palabra chocolate empieza a usarse tardíamente, pues no aparece en documentos escritos sino hasta finales del siglo xvi.
El cacao tenía un gran valor para los pueblos aborígenes de Mesoamérica, pues lo consideraban un regalo de los dioses. Su fruto equivalía simbólicamente al corazón humano, y el chocolate, a la sangre que circula por nuestro cuerpo. Se le empleaba ceremonialmente en ritos agrarios, de iniciación de la pubertad, etcétera. Tal vez por ello y por la exquisitez de su sabor, Linneo le llamó científicamente Theobroma, que en griego significa «alimento de los dioses».
El consumo del cacao o chocolate no estaba generalizado entre los aztecas: era una bebida cara, sus ingredientes venían de lejos y sólo la disfrutaban los señores; se comenta que el emperador Moctezuma tomaba hasta cincuenta tazas diarias y, sólo en ocasiones muy especiales, los pobres podían darse el lujo de degustarla. Se acostumbraba tomarla al final de la comida, como nos indica Sahagún en el siguiente texto:
«Y en acabando de comer, luego se sacaban muchas maneras de cacaos, hechos muy delicadamente, como son cacao hecho de mazorcas tiernas de cacao, que es muy sabroso de beber; cacao hecho con miel de abejas; cacao hecho con ueinacaztli; cacao hecho con tlilxóchitl tierno, cacao hecho colorado, cacao hecho bermejo, cacao hecho naranjado; cacao hecho negro, cacao hecho blanco. Y dábanlo en unas jícaras con que se bebía, y son de muchas maneras, unas son pintadas con diversas pinturas, y sus tapaderos muy ricos, y sus cucharas de tortuga para revolver el cacao».1 Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, cap. XXIII, Libro 6.
Como podemos observar, había diferentes formas de preparar el chocolate, mezclándolo con diversos ingredientes aromáticos y endulzantes; sin embargo, todas ellas tenían algo en común: se preparaban con agua y se servían siempre frías. Todavía hoy, en algunos mercados de provincia, se puede conseguir alguna preparación de este tipo, conocida como «cacao frío».
Por el contrario, los españoles y criollos empezaron a preparar el chocolate de otra forma: mezclado con leche y azúcar, y servido caliente. Así, se traslada a España muy tempranamente y se extiende por Europa, donde se pone de moda beberlo; incluso se habla del siglo xviii como «el siglo del chocolate».2 Véase Néstor Luján, Conferencias culinarias; Barcelona: Tusquets; 1982, pp. 78-92 y C. A. Ritchie, Comida y civilización. De cómo los gustos alimenticios han modificado la historia; Madrid: Alianza; 1981, pp. 149-151. Acompañándolo, se introduce en el mundo europeo una serie de elementos —y los términos que los nombran— relacionados con la «cultura del chocolate»: el cacao —su ingrediente básico—, los molinillos —para batirlo y hacerlo espumoso—, las jícaras —vasijas para servirlo, hechas con calabazos y, ya en Europa, de loza o porcelana—, etcétera.3 Véase Miguel León Portilla, «Nahuatlismos en el castellano de España», en Lingüística Española Actual 4, 1982‚ pp. 213-238.
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Si quieres saber cómo se preparaba la pasta de chocolate, consulta Algarabía 11.
La doctora María Ángeles Soler Arechalde es una reconocida lingüista que se ha interesado ampliamente por el tema de los nahuatlismos. Actualmente trabaja como investigadora en el Centro de Lingüística Hispánica del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en temas de concordancia y adquisición del lenguaje.