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Negativo, pareja: los eufemismos y la ultracorrección

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Decía que la ultracorrección, a nivel lingüístico, se define como la mala aplicación de una regla errónea o mal aprendida o como un error que se comete al tratar de evitar incurrir en otros errores más comunes. Mientras que a nivel social, apuntaba la autora, es un fenómeno mucho más complejo, ya que ocurre, sobre todo, entre la clase media baja, cuando la gente quiere sonar más distinguida, o encajar en ciertos ámbitos, utilizando formas y palabras que no le son propias.

También se habla, en dicho artículo, de otro tipo de fenómenos del habla media baja, que aunque no pueden considerarse ultracorrecciones propiamente dichas —cometer un error por evitar otro—, entran en esta misma inercia de usar palabras o frases que parezcan mejores o más elegantes, y se citaban varios ejemplos como el uso de cabello por pelo, o escuchar por oír, o demasiado por mucho.

Quise escribir el presente artículo como un complemento de aquél, para profundizar un poco más en estas palabras elegantes y domingueras que no tendrían razón de ser; en particular, de los eufemismos, tan recurrentes y frecuentes en el habla mexicana.

Eufemismos. del gr. ευφημισμοσ y éste de ευφηεμοσ, palabra compuesta por el prefijo eu, que quiere decir bien, y la raíz φηεμε, que significa modo de hablar. Son las expresiones con las que se sustituyen otras demasiado violentas, groseras o malsonantes, como decir «pompis» por culo, o «hacer sus necesidades» por cagar.

Es común, entonces, que en México se diga «picante» por chile, para evitar el albur; o «vino» por alcohol —alcohol suena muy pedestre—; u «oído» por oreja —nombrar una parte del cuerpo así como así, no es propio—, etcétera.
En los últimos tiempos, esta tendencia a usar eufemismos ha aumentado debido, principalmente, a los medios de comunicación nacionales, que creen que hablar así es lo correcto, y en menor medida, al habla oficialista y gubernamental que moldea gran parte de la comunicación. De cualquier manera, esta tendencia es resultado de una idiosincrasia que busca siempre patrones externos por inseguridad y autorrechazo.

A continuación reproduzco el testimonio de un taxista, que se encuentra lleno de palabras domingueras y eufemismos —mismos que me he permitido marcar en itálicas—. Espero que lo disfruten.

«Me recuerdo que luego de almorzar unos tacos de blanquillo con arrocito y bastante picante que elabora demasiado bien mi señora, buscaba pasaje con mi carrito, un vocho-taxi cerca de su casa, cuando me sorprendió mi compadre haciéndome la parada.

—¿Va libre? —me dijo.

—Pos claro, ¿no ve, compadre? ¿A dónde lo llevo?

—¿Qué anda haciendo por aquí? —me dijo, sorprendiéndose a sí mismo.

—Pos nada, vine a dejar un pasaje aquí cercas y pasé a almorzar y a hacer mis necesidades a su casa, porque ando crudo compadre; fíjese que ayer tomé bastante vino: puro Don Pedro. Pero dígame, ¿pa’ dónde va?

—Pa’l Toreo —me manifestó.


—Pos súbase —le dije.


Abordó mi unidad y me dijo:


—Se agarra por esta arteria, ¿cómo es que le nombran…?

—¿Se refiere al Periférico, compadre?

—Sí.

Íbamos dialogando tranquilamente sobre el plagio de las hermanas de la Thalía, mientras escuchábamos en mi estación favorita de la radio un tema que es demasiado de mi agrado.

—¡Qué agradable melodía! —comentó mi compadre— ¿Quién canta?

—Pos Los Tucanes, compadre, ¿quién más? —le respondí.

Cuando o sea de que me di cuenta de que ya me tocaba tomar la aguja de desincorporación porque nos aproximábamos al Toreo. Fue entonces cuando escuché cómo una unidad de transporte colectivo se detenía de forma violenta y se proyectaba contra la parte posterior de mi vehículo.

—¡Híjoles!, ¡agárrese compadre! —dije, mientras la micro se impactaba— ¡Ya nos llevó la que nos trajo!

El daño que le causó la micro a mi carro fue demasiado grande y a mi pobre compadre le salió sangre de su oído, por el impacto que sufrió contra la ventana; yo me golpeé mi mejilla, pero a la méndiga micro sólo se le dobló la placa. Descendimos de mi unidad para ver los daños, cuando vimos que la micro se estaba echando en reversa con intenciones de emprender la huida.

—¡Que no se dé a la fuga ese jijo! —le grité a mi compadre.

Mi compadre corrió y subióse a la micro para quitarle las llaves al operador

Si quieres saber en qué termina la historia, consulta Algarabía 7.

Concha Quijano González de Cosío es nativa de Cádiz, lingüista, maestra por la Universidad Complutense y doctora en latín y otras lenguas muertas por la Sorbona. Después de veinte años de dedicarse al estudio de las lenguas muertas, ahora estudia los dialectos urbanos vivos de las ciudades más grandes de habla hispana para tratar de entender la evolución de la lengua entre las diferentes clases sociales y países, con el propósito de elaborar el diccionario universal de la lengua española.


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