Pero ¡oh sorpresa!, nada más llegar a la Ciudad de México —primera escala de su viaje— empieza a sospechar que su idea no ha sido todo lo buena, cuando escucha al maletero decirle: «Abusado, joven, no vaya a dejar sus petacas en la banqueta porque se las vuelan».
Después de muchas peripecias similares, piensa en cambiar de país y viaja a Colombia, a Bogotá, para ser más precisos, donde no le va mucho mejor: en una visita de cortesía le preguntan si «le provoca un tinto», y contesta que a él no lo provoca nadie, pero cuando le aclaran que la pregunta es si «se le apetece un tinto», acepta, y tiene que conformarse con una taza de café, en lugar del vaso de vino tinto que imaginaba. Cansado de no entender, o de entender mal lo que le dicen, se traslada a la tierra que lo vio nacer y en la que aprendió a hablar; su frustración no tiene límite al escuchar a un pariente decir: «Vale, tío, me marcho a currar».1 Resumo y recreo la anécdota a partir de un texto del filólogo venezolano Ángel Rosenblat, «Castellano de España y castellano de América: unidad y diferenciación», aparecido por primera vez en 1962 y reeditado posteriormente en diversas publicaciones.
«El hombre es tantas veces hombre cuanto es el número de lenguas que ha aprendido.»
Carlos i
He utilizado esta anécdota, bastante exagerada por cierto, para ilustrar lo que sucede, en mayor o menor medida, con todas las lenguas del mundo. En cada lugar, en cada región, existen diferencias de pronunciación, de construcción, y también diferencias de léxico. Resumiendo: una misma lengua tiene un significado distinto en cada uno de los lugares donde se habla; estas variantes geográficas reciben el nombre de dialecto. Y existen también variantes geográficas —dialectos— del náhuatl, del maya, del otomí, del quechua, atendiendo a los distintos lugares donde se hablan.
En conclusión, todos hablamos un dialecto de una lengua. Ahora bien, por razones que nada tienen que ver con lo lingüístico, sino más bien con los hablantes, sus prejuicios y actitudes, existen dialectos más valorados o prestigiosos que otros. Esto se debe a la importancia histórica, política, cultural y social de la región donde se asientan, así como de sus habitantes.
Para saber más acerca de la diferencia entre lengua y dialecto, consulte Algarabía 8.