¿Cómo fue que el portugués —lengua originaria de una pequeña parte de la Península Ibérica— ha llegado a la sexta posición en la «lista de popularidad» de los idiomas más hablados del mundo? He aquí una hipótesis al respecto.
Es posible que a muchos asombre que la lengua portuguesa, «la última Flor del Lacio» —llamada así por el poeta brasileño Olavo Bilac—, haya superado incluso a sus hermanas, la francesa y la italiana, cuya fama de cultas y elegantes a nadie resultará desconocida.
Sin duda, fue gracias a los navegantes portugueses, quienes desde el siglo xv comenzaron a difundirla por medio de sus rutas y enclaves en un enorme territorio de América, en varias colonias africanas y puertos clave del lejano Oriente. En la actualidad, los medios de información han favorecido la difusión de las manifestaciones culturales generadas en ese espacio denominado lusofonía: conjunto de países de habla portuguesa.
Lacio proviene de Latium y se refiere a la región centro oeste de Italia, donde se localiza Roma.
Fundadores de la globalización
Como lengua romance, el portugués surgió del latín hablado en la Lusitania, el territorio más occidental del Imperio romano ubicado en la Península Ibérica y en el que ahora se encuentran Portugal y la región española de Galicia.
El galaicoportugués —o gallegoportugués— fue una lengua romance que se habló en la Edad Media —desde el mar Cantábrico hasta el río del Duero— y que tuvo su auge desde finales del siglo xii hasta mediados del xvi.1 Durante la Edad Media el portugués y el gallego eran prácticamente la misma lengua, pero a partir del siglo XIV comenzaron a separarse. Si bien hoy existen diferencias entre ambas lenguas, aún son mutuamente inteligibles. De esta lengua evolucionaron el gallego y el portugués cuando los reinos de Portugal y de Galicia remarcaron sus fronteras.
Por otra parte, no deben dejarse de lado los innumerables aportes que tanto el portugués como el castellano recibieron de la lengua árabe durante la presencia de los moros en la península.2 A diferencia de España, que expulsó a los moros hasta 1492, en Portugal se les había expulsado desde el año 1249.
Desde principios del siglo xv, gracias a la escuela de navegación fundada en 1418 por Enrique «el Navegante», Portugal fue adquiriendo un gran prestigio en lo que a ciencia náutica se refiere. A decir verdad, al abrir el camino de la «época de los descubrimientos» y poner en contacto a la mitad del orbe, no resulta aventurado decir que los portugueses fueron quienes realmente iniciaron el proceso de la globalización.
Del galaicoportugués proceden palabras del español como vigía, sarao, morriña, corpiño y muñeira.
Lengua franca de los mares
En todos los enclaves comerciales que se establecieron en Asia y África, el portugués fungía como lingua franca.3 Lengua franca es el idioma adoptado para un entendimiento común entre personas que no tienen la misma lengua materna. En la India, localizados en la costa occidental, los enclaves portugueses fueron Goa, Diu y Damán; en China fue el territorio de Macao, y en el Archipiélago de Indonesia, Timor Oriental.
Vale la pena destacar que los lusitanos fueron los primeros extranjeros en llegar a Japón. Por ejemplo, el arigato de los japoneses tiene su origen en el obrigado4 Obrigado literalmente significa «obligado». —del latín obligātus— de los portugueses, que sirve para dar las gracias.
Por otra parte, con la llegada de Pedro Álvares Cabral a las costas de Brasil en 1500, el área de influencia del portugués ya no se limitaba solamente al Océano índico, sino que también se propagó por Sudamérica.
La decadencia del imperio portugués —cuyas glorias y desventuras fueron plasmadas en las letras lusitanas por Camões1 Luis Vaz de Camões —apellido cuya forma españolizada es Camoens— es una figura similar en Portugal a lo que Miguel de Cervantes Saavedra es en España. Su obra más representativa es «Os lusiadas», un poema épico del siglo XVI sobre las aventuras de los navegantes portugueses en el mundo. —, fue seguida por el surgimiento de nuevos imperios coloniales. Así, la lengua portuguesa quedó relegada a los territorios en que Portugal aún mantenía su dominio. El espacio lusófono cayó entonces en una especie de letargo y no fue sin cierta razón que José Saramago haya expresado alguna vez: «El portugués no se habla por ahí adelante, amigo mío, es lengua de poca gente, y de gente con poco dinero».
Por la similitud de sus lenguas, un gallego puede entender a un portugués sin problema; pero aunque se trata del mismo idioma, un gallego no entenderá con la misma facilidad a un brasileño.
Sin embargo, la lengua portuguesa, esa «patria» a la que se refería Fernando Pessoa, cuenta hoy en día con más de 200 millones de hablantes en el mundo. Es el idioma oficial de ocho países: Portugal, Brasil, São Tomé y Príncipe, Cabo Verde, Guinea Bissau, Angola, Mozambique y Timor Oriental.
Un «español sin huesos»
Otro aspecto que favorece al idioma portugués son las manifestaciones culturales de los países que lo tienen como idioma oficial, principalmente Brasil y Portugal. Hay para todos los gustos. Se puede elegir entre literatura, música y cine. Además, los avances en los medios de comunicación hacen posible que la difusión de la cultura lusófona se incremente.
Lo anterior basta para demostrar que, en cualquiera de sus variantes —desde el portugués ibérico hasta el «portugués con azúcar» hablado en Brasil— el aprendizaje de esta lengua no es una simple excentricidad.
La primera gramática portuguesa la publicó Fernando de Oliveira en 1536.
Por fortuna, en el resto de América Latina, debido al Mercado Común del Sur —Mercosur—, el interés por el aprendizaje de la lengua portuguesa se ha acelerado, a pesar de las descalificaciones en que suelen incurrir muchos hispanohablantes que, sin haber explorado un poco los terrenos de este idioma, tan pletórico de «falsos amigos», de vocales cortas, largas y nasales, de sonoridades silbantes y palatales, siguen empecinados en creer que el portugués es un «español sin huesos».
El mismo Alfonso Reyes lamentaba esta situación: «¡Pensar que andan por ahí millares de hispanoparlantes asegurando que el portugués, lengua cien veces ilustre, es un castellano estropeado! Y cuando lo han dicho se quedan tan contentos como si acabaran de inventar esa burla ya tan sobada, el más común de los lugares».
El portugués es una lengua de acentuación compleja, pues tiene pronunciaciones diversas, incluso, dentro de las variantes del mismo idioma.
En estos tiempos de globalización, ante el peso de otros idiomas como el inglés, el mandarín, e incluso el español, el portugués mantiene una posición evidentemente favorable. He ahí la razón para afirmar que la lengua portuguesa, «la última Flor del Lacio», con su aroma de selvas vírgenes y de vasto océano, ha de continuar floreciendo durante muchas generaciones más. Y en un mundo globalizado, hablar portugués es dar la vuelta al mundo.
Portugués de la Península Ibérica: 9 vocales orales y 19 fonemas consonánticos.
Portugués brasileño: 7 vocales orales y 13 fonemas vocálicos.