No sólo no me gusta la palabreja: light, que en inglés va bien y viene de esa segunda acepción de «ligero, de poco peso, de poco grosor, liviano» —y no de luz, como muchos piensan—. Es decir que viene del inglés antiguo lēoht, līht y éste a su vez del anglosajón līht, y obviamente se relaciona o es cognado del neerlandés licht, el alemán leicht, el noruego antiguo lēttr, y el gótico leihts y en todas estas lenguas tiene el mismo significado. Pero es que en inglés pues es tan normal y común, tan antigua —entró a esa lengua antes del año 900— que todo el mundo la usa, aunque no todos la saben escribir, porque es complicada hasta para el angloparlante, al punto que en Estados Unidos tienen una acepción simplificada o informal: lite.
Pero en español, en español… no hay persona que la pronuncie o la escriba bien —escriben lihgt o ligth y pronunican lay, laet, o laij— y aunque el Diccionario de la Real Academia ya lo ha incluido como término inglés en relación a lo dicho «1. de una bebida o de un alimento elaborado con menos calorías de las habituales 2. de un cigarrillo que se presenta como portador de “menos elementos nocivos”. y 3. de forma irónica, de algo o alguien que ha perdido gran parte de sus caracteres esenciales. «Un comunista light», sigue siendo muy nueva, muy difícil y para que no decirlo: muy fea.
Y es que sí, lo light es pinche en todos los sentidos. La palabra es fea, la comida insípida, los cigarros sin tabaco peor de nocivos por los aditivos y las personas light son pusilánimes, chafas. Un noviazgo light no es un noviazgo, un faje light no sabe a faje, una cogida light ya ni se diga. Y desgraciadamente vivimos en un mundo en donde se pondera lo light, en donde se ha generado un insconsciente colectivo que piensa que puede comer sin engordar, beber sin emborracharse y fumar sin morirse, como si la vida pudiera durar para siempre.
Y es que quizás estamos tan lejos el campo, de los orígenes, de la agricultura, y pensamos que la comida sale del súper y no tenemos ni idea de que está hecha cuáles son sus ingredientes, de qué va y esto obviamente nos pone en una situación de riesgo, nos deja inermes ante el mercado, la sociedad de consumo y la mercadotecnia. Por eso, tomamos cosas light y hasta creemos que nos gustan.
Lo light que no tiene azúcar es terrible, tiene aspartame y te deja con un aftertaste horroroso, literalmente con un mal sabor de boca, y si supiéramos realmente el veneno que representa para el cuerpo ni lo probaríamos. Este compuesto fue descubierto en 1965 por el químico James M. Schlatter, de los laboratorios Searle, que buscaba una droga para la úlcera, al sintetizar dos aminoacidos, y darse cuenta que sabían dulce. Pero la compañía que comercializa el Aspartame es Nutrasweet una filial de Monsanto, una de las compañías que ha creado más controversia a nivel mundial debido al peligro —potencial o real— de sus productos e investigaciones sobre la salud humana, de animales, de plantas y sobre el medio ambiente en general y cuya principal actividad son los alimentos transgénicos; la misma que produjo el Agente Naranja, el veneno defoliante que usó el ejército estadounidense en la Guerra de Vietnam.
Pero olvídense, más allá de todo esto, de lo nocivo y repugnante, lo light es de muy mal gusto, sabe espantoso. Piense por ejemplo la diferencia entre acompañar los alimentos con una Coca Light o Zero o cualquier equivalente —que en suma, significa arruinarlos, significa no tener paladar— con tomártelo con vino, que tiene enzimas que ayudan al proceso digestivo, a desdoblar las grasas, o con cerveza, que aunque menos también ayuda.
¿Por qué a quién se le antoja un bife de chorizo con papas si lo vas a acompañar con esa bazofia? ¿Cómo lo digieres? Y ya ni hablar de postres, o galletas o cosas con ese compuesto, porque son indescriptibles e intragables.
Y luego la gente light, la de la insoportable levedad del ser, de la que Kundera ya se quejaba hace treinta años, esa gente que no se compromete con nada, que no sabe nada, que no profundiza en nada que se queda fuera de todo, que cree que vive pero no. Esa gente despreciable en todos los sentidos.
Resumiendo, para mí lo light es una soberana porquería que ni por un lado ni por el otro, ni pa’ Dios —porque hace daño— ni pa’l Diablo —porque es feo—. A mí sírvanme otra chela, que tengo mucho que pensar.