El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española —drae— dice que palíndromo es una «palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda», por ejemplo la palabra anilina o la frase «dábale arroz a la zorra el abad». Llama la atención que no mencione, entre las palabras de lectura reversible, la voz reconocer o la expresión muy mexicana acurruca y, asimismo, que no incluya, como ejemplo, el célebre palíndromo «Anita lava la tina», de autoría desconocida.
Etimología: Palíndromo o palindromo proviene del griego palin, que significa ‘de nuevo, hacia atras’, y dromos, ‘carrera’: «que corre de nuevo hacia atrás».
En nuestra lengua, el argentino Juan Filloy, conocido como el «Hombre de los Tres Siglos» —pues nació en 1894 y murió en el año 2000—, escribió cientos de palíndromos. Se cree que construyó más de 10 000 frases bilegibles. Sin embargo, su enorme colección no fue reunida en un solo libro y los estudiosos del género deben buscar las perlas de la lectura reversible en sus novelas; tan sólo la obra Karcino aloja dos mil cangrejos verbales. Otro argentino, el gran cronopio Julio Cortázar, inventó algunos inolvidables: «Salta Lenin el Atlas». En su cuento «Satarsa» desliza varios más, muy afortunados: «Átale demoniaco Caín o me delata».
La tradición destaca los nombres de Dante y del emperador oriental León vi como practicantes del género. No obstante, es el español una de las lenguas más propicias para la creación de estas expresiones retrógradas —como las apodó Gracián—. Del francés nadie olvida el ejemplo de Georges Perec, autor del desquiciante jano verbal1 Jano o Janus, dios de la mitología romana que presenta dos caras mirando en direcciones opuestas. Es el dios de los comienzos y los finales, por ello, de su nombre deriva enero. (1969), que comprende más de 5 000 letras. Más cercano en el tiempo y en el espacio nuestros, el escritor venezolano Darío Lancini publicó un libro erizado de palíndromos: Oír a Darío: «Son robos, no sólo son sobornos».
La extensión del palíndromo es variable. Desde una sola palabra Ana hasta 27 —o acaso más—: «Allí por la tropa portado, traído a ese paraje de maniobras, una tipa como capitán usar boina me dejará, pese a odiar toda tropa por tal ropilla».
Y… ¿cómo se hace un palíndromo?
Para formar o crear un palíndromo, se toma una palabra que posea varias vocales —las palabras atestadas de consonantes son antipalindrómicas— y se estira la cuerda por ambos extremos. Por ejemplo, tomemos la palabra pera. Podemos buscar hacia la izquierda la conclusión de una frase a partir de la lectura de rep: pera-rep —la vocal a funge como comodín o bisagra: es la única letra que no habrá de repetirse—. En español encontramos varias palabras que inician con rep: reparto o repita. De manera que tendremos: «A ti pera repita» y «Otra pera reparto».
Decía Juan Filloy que la clave para construir palíndromos era la paciencia: yo sé que estas frases respiran con aliento matemático o, con mayor precisión, algebraico. Su construcción es similar a la forma como se obtiene el balance en ciertas operaciones químicas. Hay prótesis que ensamblan en varias frases, por ejemplo, en la expresión «Allá con amor romano calla» o «Allá con amor luz azul romano calla» o «Allá, con amor ateo, poeta romano calla».
Los palíndromos pueden ser onomásticos: «Adán: ¿somos o no somos nada?», aforísticos: «Efímero lloré mi fe», o jocosos: «A esa pesada Sada se pasea», etcétera.
No me parece ocioso decir que existen nombres compuestos que forman parte de la familia palindrómica: Ana Susana, Ramón Omar, Aída Nadia, Anel Elena y Osama Dámaso, entre otros.
Entretenimiento de los griegos cultos, el arte del palíndromo —antiquísimo género literario— es alto ejemplo de literatura lúdica, divertida, antisolemne.
El palíndromo no goza del prestigio que adquirió, durante el siglo xvii, su hermano gemelo el anagrama. Los palindromistas se empeñaron entonces en inventar una forma que poseyera mayor hidalguía. Así, por ejemplo, dieron vueltas al anagrama —amargan anagrama— y pudieron calcular una religión fundada en el doble ejemplo de las manecillas del reloj verbal —el reloj olerle—, que presume contundencia semántica y redondez sonora.
Los escritores de frases que se leen al derecho y a contracorriente creyeron que la naturaleza deparaba un saber inobjetable —él a saber rebásale— en objetos como «Esa reuma muérase». Y es que no es lo mismo acuñar frases cuyo significado es incomprobable o cuya posibilidad es quimérica, como «A luterano donaré Tula», que escribir palabras cuya verdad estremece, sobre todo en estos tiempos: «Ama soledades la fama, ama falsedad el Osama» —las condiciones de verdad que existen en el mundo son las condiciones de verdad que registra cada sintagma—. Conocemos los ejemplos canónicos, el de Anita lavando la tina y el de la zorra y el abad. Pero ahora, «Ana morderá la red romana». El abad se ha tornado más rígido: «Daba ley el abad».
Decía que el palíndromo no goza del prestigio que ostentan otros calambures.2 Otro juego de palabras que auxiliándose de la homonimia, paronimia o polisemia modifica significados al agrupar de distinta forma sus sílabas. Un ejemplo de Francisco de Quevedo: «Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja. Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja». Recordemos que Luis xiii nombró como anagramista real a Thomas Billon. Ahora es tiempo de recuperar el esplendor apenas imaginado. El palíndromo, bien visto, es un animal críptico, que crece con igual vehemencia a cada costado y que, cuando se sabe completo, se enreda para decirnos lo que ya nadie puede negar —a tu fe refuta— y nos habla con su redondez maravillosa, allí donde alguien ha ordenado que la semántica se respete a pesar del vuelo de la lectura en dos caminos.
Esas frases apuestan por la verdad de la Cábala —alaba Cábala—, donde ninguna letra miente —así vale, papel avisa—, respecto de una certidumbre absoluta, un saber dictado por una mano que nos trasciende, que ha escrito el mundo muchos siglos antes de que girara sobre su propio pie. Con esto quiero decir que el arte de la palindromía, desde esta perspectiva, es eterno. Si el habla precede a la escritura y si la escritura no es sino una tecnología, las voces que admiten doble lectura revisten un indiscutible carácter hierático. No hay gratuidad en el universo. Un idioma es todos los idiomas. Hay principios que gobiernan la gramática de todos los idiomas. Uno de ellos, acaso el de más difícil comprensión y, al mismo tiempo, sorprendente, es el que anima las entrañas de los palíndromos.
Pero no se deje sorprender, querido lector, en esta antología seleccionamos frases reversibles de múltiples palindromistas para su disfrute. El espectro temático comprende muestras jocosas, aforísticas, lúdicas, cachondas o irreverentes, onomásticas, etcétera. ¡Que se deleite de ida y vuelta en esta aventura verbal incitadora!
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Texto tomado de «El arte del palíndromo: una introducción a la belleza», de Luis Torrent, y «Y… ¿cómo se hace un palíndromo?», en Gilberto Prado Galán, Echándonos un palíndromo (Colección Minucias); Editorial Lectorum/Editorial Otras Inquisiciones: México, 2012; pp. 19-26.